En el círculo del poder —desde las mañaneras hasta los pasillos del Congreso— se insinúa con creciente urgencia la escasez de recursos que enfrenta el gobierno de Sheinbaum. La solución que se plantea es predecible: recortar programas, desmantelar instituciones «innecesarias» y, sobre todo, preparar una reforma fiscal que aumente la carga tributaria a los ciudadanos, quienes una vez más pagaremos los platos rotos.
La verdad es que el costo de la cancelación del NAIM, que significo tirar a la basura más de 100 mil millones de pesos que se habían invertido durante el sexenio de Peña Nieto, además de asumir el pago del adeudo que se generó para su construcción, tal vez 250 mil millones de pesos por indemnizaciones y contratos cancelados.; la carga que significan los programas sociales universales que entregan recursos a adultos mayores a empresarios millonarios y a ciudadanos con altas pensiones en lugar de focalizar hacia quienes viven en pobreza y realmente lo necesitan.
Las becas también universales para estudiantes sin considerar el estatus económico familiar; el dispendio en el Tren Maya en el que el costo de la improvisación significa el sobrecosto de más del 500 % y que su operación sigue necesitando de enormes subsidios; el dinero malgastado en la refinería —que no refina— de Dos Bocas, igualmente afectada por el sobrecosto de casi cinco veces más cara que la refinería en Deer Park que se compró en Estados Unidos —y que sí refina— o la destrucción del sistema de salud para iniciar un costosísimo proceso que ha costado 80 mil millones de pesos sin mejorar el acceso al sistema de salud y provocando desabasto de medicinas. Estas y otras tantas razones similares, provocaron que los recursos públicos sean insuficientes para sostener el gasto del gobierno.
Los fondos provenientes de la “austeridad franciscana”, el combate a la corrupción o la recaudación récord del SAT gracias a la inflación y a la formalización de empleos, deberían de haber servido para financiar las obras y los programas de la “cuarta transformación” pero ni es real la austeridad franciscana ni disminuyó la corrupción. Los hechos lo confirman.
Antes de recortar los programas de gobierno, desaparecer instituciones o elevar los impuestos el Estado debe llamar a cuentas a los funcionarios que permitieron que las mega obras de AMLO se realizaran sin estudios serios, se autorizaran sin mayor prurito sobrecostos y se realizaran en la más absoluta opacidad; detener la evasión de impuestos que, según el Centro de Investigación y Economía Presupuestaria representa alrededor de 280 mil millones de pesos al año, tres veces el presupuesto del IMSS-Bienestar y, desde luego, combatir en serio la corrupción. El déficit en el presupuesto del gobierno no es por falta de dinero, sino por falta de decencia.
En México Nuevo Paz y Futuro proponemos un cambio radical en la política para terminar con la pobreza. A la gente que tiene trabajo y está en la informalidad hay que permitirle el tránsito a la seguridad social mediante esquemas de incorporación voluntaria y a quienes no tienen empleo, ofrecerles trabajo fomentando la creación de empleos e impulsando los emprendimientos con recursos incluso a fondo perdido y mediante esquemas de colaboración con los migrantes para que con fondos de ellos sumados a recursos de la federación y de las autoridades locales se puedan establecer invernaderos, proyectos de ecoturismo, restaurantes de comida autóctona o granjas avícolas y piscícolas, por citar algunos ejemplos; con el acompañamiento del estado en la creación y consolidación de los mismos.
No vamos a seguir pavimentando la pobreza, vamos a acabar con ella creando fuentes de empleo.
Únete tú también a México Nuevo Paz y Futuro, la plataforma ciudadana que miles de mexicanas y mexicanos honestos estamos construyendo, llamando a los teléfonos: 55-5606-1894, 55-2924-5017 o 55-2837-3193 o descarga a tu teléfono celular la aplicación Mi Apoyo del INE y afíliate desde tu celular.
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